Delito y perdón

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Anaclet Pons acaba de publicar en su estupendo blog Clionauta la traducción al castellano de una entrevista al historiador italiano Adriano Prosperi con motivo de la reciente publicación de su libro: Delitto e perdono. La pena di morte nell’orizzonte mentale dell’Europa cristiana. XIV-XVIII secolo (Einaudi, Torino, 2013). La entrevista, realizada por Massimo Vallerani, y una reseña del libro por Vincenzo Lavenia, pueden leerse en el número de diciembre de la revista mensual que publica Einaudi con sus novedades comentadas, L’Indice dei libro del Mese

Anotamos aquí un par de preguntas y respuestas que han llamado nuestra atención aunque… ¡toda la entrevista resulta imprescindible!

(Doris Moreno)

«Delitto e perdono comienza con una profunda reflexión sobre la relación entre el cristianismo y la muerte “dada”, entendida como quitar una vida mediante la violencia. Para una religión nacida de una condena injusta y de una muerte vencida por la resurrección, el problema de dar muerte a alguien es una paradoja difícil de resolver, especialmente cuando la iglesia se convierte en Estado y reconoce el derecho del Estado a matar. ¿Cómo es esta asunción de la muerte en el cristianismo?

Hay que tener en cuenta un hecho antropológico, el carácter por así decir egipcio del  cristianismo de la época (como ha señalado Erwin Panofsky): una religión de los vivos al servicio de los muertos. Esto es como la base del edificio, aquí son los cimientos de la construcción. La antropología histórica de la larga Edad Media coloca en primer lugar a los seres humanos de cuerpo desnutrido y organismo debilitado, de vida breve, sobre los que se cierne la amenaza de las hambrunas y las epidemias. No en vano, las fechas de difusión inicial de las hermandades dedicadas a dar sepultura a los condenados se sitúan en torno a los años de la peste Negra. La muerte en la cultura “egipcia” de la cristiandad medieval es la entrada en la otra y verdadera vida, en el mundo divino, donde el difunto debe enfrentarse al juicio final. Por eso, una buena muerte lo es si está precedida de la confesión y del testamento: pagar las deudas, devolver lo sustraído y obtener el perdón de los pecados, un enfrentamiento final con la comunidad y con Dios. A la cristiana muerte le esperará el rito de la sepultura en tierra bendecida, aún mejor si es en la iglesia. De todo esto se ven excluidos aquellos que mueren durante o después de un delito (que es también y sobre todo un pecado): el robo, el asesinato, pero también la herejía, rompen el vínculo con la comunidad eclesial. Y de ahí el papel especial del poder eclesiástico, que ha forjado un vínculo especial con aquel fin político del famoso versículo del capítulo 13 de la Epístola de San Pablo a los Romanos. Seguir leyendo «Delito y perdón»

El Concilio de Trento, pasado, presente y futuro de un tiempo histórico

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El pasado 4 de diciembre de 2013 se cumplieron 450 años del final del Concilio de Trento (1545-1563). Varios coloquios internacionales han aprovechado la efeméride para reflexionar sobre el Concilio y su impacto, destacando especialmente el de Trento, celebrado del 3 al 5 de octubre alrededor del lema The Council, Other Powers, Other Cultures, y el de Lovaina, celebrado del 4 al 6 de diciembre, bajo el título The Council of Trent: Reform and Controversy in Europe and Beyond (1545-1700). A estos encuentros cuyos resultados esperamos pronto ver impresos hay que añadir la publicación de algunas monografías interesantes, algunas de las cuales ha reseñado Enrique García Hernán en la Revista de Libros. El comentario de Enrique García Hernán es particularmente interesante porque sintetiza algunos de los problemas historiográficos candentes sobre la interpretación del Concilio Trento y las consecuencias de sus desarrollos posteriores para el mundo católico.

Del comentario de García Hernán:

«El Concilio de Trento (1545-1563), con sus declaraciones dogmáticas y de reforma disciplinar, está atravesado por dos leyendas contrapuestas: una dorada de exaltación y reafirmación católica frente al «enemigo» protestante, y otra oscura o negra por haber causado la pobreza moral, cultural y económica de los países católicos. Esta dialéctica la inició Paolo Sarpi (1552-1623) con su historia del Concilio, en la que postula que no se hizo ninguna reforma en la jerarquía. A su paso salió el jesuita Pietro Sforza Pallavicino, quien, por encargo del papa, presentó pruebas contrarias con otra historia del Concilio. Sin ánimo de entrar en el debate historiográfico, cabe preguntarse si es verdad que la identidad espiritual e intelectual católica hasta el Concilio Vaticano II (1962-1965) se formuló esencialmente en el Concilio de Trento. En este sentido, ¿qué hubiera pasado en la Iglesia sin el Tridentino? ¿Fue realmente un avance hacia el mundo moderno, o quedó anclado en lo antiguo y medieval de la Christianitas? El Concilio ha vivido mucho tiempo de mitos, porque se le ha responsabilizado de todo lo positivo y negativo, dependiendo del lado en que uno se posicionara. Pero no todo lo que se dice tridentino fue obra del Concilio: es más, hay que saber que los principales conflictos que dividen a los cristianos no se resolvieron, sino que quedaron abiertos, y que a fecha de hoy las diferencias (fe-obras y naturaleza-gracia) no separan tanto a unos de otros. Seguir leyendo «El Concilio de Trento, pasado, presente y futuro de un tiempo histórico»

Lo que ha salvado al cristianismo son los herejes

Foto Duch

Entrevista de Berta Ares a Lluis Duch, con motivo de su reciente publicación: La religión en el siglo XXI (Siruela, 2012), en Revista de Letras, donde se puede leer el texto completo.

Lluis Duch es uno de los pensadores más lúcidos y humanistas de la vieja Europa. Monje de la Abadía de Montserrat, doctor en teología por la Universidad de Tubinga y antropólogo interesado por la marcha de la sociedad desde la perspectiva simbólica es, en el sentido blochiano, un hereje. Le pasa lo que a Woody Allen, arrastra un bagaje intelectual y literario tan potente, que no tiene que hacerlo notar, está implícito en sus obras, cultas y accesibles.

Un aperitivo:

(…)

Critica que la religión cristiana pretendió convertirse históricamente en el sistema exclusivo de explicación del mundo relegando las otras religiones a un segundo plano o demonizándolas. ¿Habrá una actitud diferente con el nuevo Papa?
Yo parto de la base de que el cristianismo se ha mantenido -pasando por épocas de un jaleo impresionante: toda la cuestión de los gnosticismos, de las cruzadas…- porque ha habido hombres y mujeres que han dado testimonio. O sea, personas que han demostrado la verdad de lo que anunciaban mediante la veracidad de su vida. Todo lo demás yo creo que es muy accesorio. La verdad no se basa en argumentos o en el poder.
Yo en este sentido soy bastante optimista. En el sentido de que mientras aquí, por ejemplo, en el Raval, hay personas que por pura gratuidad sacrifican sus vidas y su tiempo y energías en favor de los desfavorecidos, mientras esto acontezca, el cristianismo está salvado, porque el cristianismo, y esta sí que es una cuestión importante, no es una religión sacerdotal sino que es una religión profética de tipo sapiencial.

No se percibe así.
Evidentemente desde Constantino se ha intentado explicar el cristianismo desde una visión sacerdotal, como una religión que utilizaba, y utiliza, formas y fórmulas políticas, que cohesionaba la sociedad bajo el Imperio o lo que fuese, el Imperio cristiano o como se llamase. Pero el cristianismo es una religión profética, el cristianismo es una religión de los mártires de la sociedad. Bloch decía que lo mejor de la religión es que provoca herejes, y esto puede parecer una boutade pero es una verdad impresionante. Seguir leyendo «Lo que ha salvado al cristianismo son los herejes»